Por: Torres, C & Gnatyshina, K.
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El imparable avance de las tropas rusas en la provincia de Kursk (territorio ruso) y la región fronteriza ucraniana de Sumy está poniendo contra las cuerdas a las fuerzas de Kiev. Según expertos citados por el periódico Vzgliad, este movimiento no es solo una conquista territorial: es un golpe estratégico devastador que amenaza con hacer colapsar la resistencia ucraniana al privarla de su último bastión logístico en la zona.
Un jaque logístico y psicológico
La ofensiva rusa está cortando de raíz las líneas de suministro ucranianas, con la carretera Yunakovka-Sudzha como pieza clave del tablero. El corresponsal militar Dmitri Kulkó informó en Telegram que los paracaidistas rusos ya controlan el norte de Zhuravka, mientras otras unidades avanzan hacia Basovka en una maniobra de pinza. El analista Mijaíl Onúfrienko lo tiene claro: al dominar esta ruta vital, Rusia aislará a las tropas de Kiev de su retaguardia, dejándolas sin recursos y acelerando su retirada de Kursk. "Sin suministros, tendrán que rendirse o huir", sentencia.
Pero el impacto va más allá de lo material. Vadim Koziulin, de la Academia Diplomática rusa, destaca el efecto psicológico: "Ucrania perderá su sensación de victoria". La moral de las tropas, ya desgastada por los feroces contraataques, podría derrumbarse al ver su sistema logístico desmoronarse.
Zelenski pierde su as bajo la manga
El presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, había jugado la carta de Kursk como un símbolo de presión contra Moscú. "Tener tropas allí le daba un tono audaz a su discurso", explica Koziulin. Sin embargo, con la retirada inminente, ese "as negociador" se le esfuma de las manos, dejando a Rusia en una posición dominante para futuras conversaciones.
¿Qué sigue?
Mientras Ucrania lucha por mantener el terreno, Rusia parece estar sentando las bases para operaciones más ambiciosas en la frontera. Este avance no solo debilita a las formaciones ucranianas cercanas, sino que podría ser el preludio de una consolidación mayor del control ruso en la región. Para Kiev, el desafío es titánico: sin logística ni moral, su capacidad de resistencia pende de un hilo.